martes, 9 de diciembre de 2014

Justo Sierra Méndez


Justo Sierra Méndez


Fue hasta 1905 en que Porfirio Díaz aceptó separar del Ministerio de Justicia el ramo de la instrucción pública para hacer una nueva Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, cuya titularidad estuvo a cargo de Sierra del 1º. de julio de 1905 al 24 de marzo de 1911.

Este cambio significó para Sierra que el presidente Díaz había comprendido que la educación pública en el país era tan importante como la transformación económica. La asignación presupuestal fue mayor cada año, pero mínima comparada con lo asignado al Ministerio de Guerra, que acaparaba la cuarta parte del presupuesto total. En este año, del total de mexicanos, el 85% de la población era analfabeta. (Bazant, 1993:41)
De acuerdo con registros, para 1910, México tenía 15.2 millones de habitantes, el 71 por ciento vivía en zonas rurales; el 58 por ciento tenía 14 años o menos, y 81.5 por ciento de la población adulta era analfabeta.

Al hacerse cargo del ministerio, Sierra se propuso realizar dos cosas: la primera, consistía en transformar la escuela primaria, de simplemente instructiva, en esencialmente educativa con la participación directa del Estado, en un organismo destinado, no a enseñar a leer, escribir y contar, como se pretendía antes, sino a pensar, a sentir y a desarrollar en el niño al hombre. La segunda era la de organizar los estudios superiores.

En la ley de 1908 se promulgó de una manera más concreta y fundamentada su pensamiento educativo y con ella pretendía alcanzar el primero de sus objetivos: la idea de que la educación oficial sería esencialmente educativa; la instrucción se consideraría como medio de educación, y declaraba obligatoria la educación primaria. 

El argumento empleado por Sierra para justificar la transformación a una escuela primaria educativa con la participación del Estado, fue “...el estado debe encargarse de buscar en el niño al hombre físico, moral e intelectual, debe procurar el desarrollo armónico de sus facultades, de estos tres modos de ser, y añadir otro, el modo estético, es decir, educar la facultad de concebir lo bello y formar el gusto”. (Sierra, 1985 a:25)
En este programa se buscaba principalmente desarrollar en los educandos el amor a la patria, a sus instituciones y contribuir al progreso del país. El perfeccionamiento de sus habitantes sería integral, es decir, tendería a producir simultáneamente el desenvolvimiento moral, físico, intelectual y estético de los escolares. Además la educación debería ser laica, absteniéndose de enseñar, defender, o atacar ninguna de las religiones y, además, sería gratuita. 

La gran obra moral de la escuela laica consiste en inculcar la verdad, infundiendo en la niñez los hábitos de amor a la verdad que son, la clave de toda educación moral. En el artículo 4º. de la Ley de 1908 se incluyen preceptos que pueden llamarse de orden pedagógico.

El maestro Justo Sierra, consideraba que la educación moral ayudaría a la formación del carácter por medio de la obediencia y disciplina, así como por el constante y racional ejercicio de sentimientos, resoluciones y actos encaminados a producir el respeto a sí mismo y el amor a la familia, a la escuela, a la patria y a los demás. La educación física, obtenida por las medidas de profilaxis indispensable, los ejercicios corporales apropiados y  por la formación de hábitos de higiene. La cultura intelectual, el que se alcanzará por el ejercicio gradual y metódico de los sentimientos y la atención, el desarrollo del lenguaje, la disciplina de la imaginación y la progresiva aproximación a la exactitud del juicio. Y por último, la educación estética, que se efectuará promoviendo la iniciación del buen gusto y proporcionando  los educandos nociones de arte adecuadas a su edad. 
Justo Sierra consideraba que era imprescindible que la educación fuera laica, conforme su declaración:
estamos obligados a no herir esta delicadísima fibra del corazón humano, que se llama el amor por la fe que se profesa, y que es precisamente la que pulsa la Iglesia para mantener vivo, sin lograrlo, por fortuna, el odio de la mayoría de la población de la República hacia nuestras libres instituciones... Toca al escritor, al filósofo, el historiador, combatir la doctrina con la doctrina y denunciar y refutar las ideas que desde la cátedra católica niegan la legitimidad de cuanto constituye las condiciones de vida de la sociedad actual. Pero esto no lo puede hacer el Estado, no puede convertirse en sectario, porque representa la totalidad nacional y de lo contrario rebajaría su papel al nivel de los odios religiosos y su misión de justicia quedaría fundamentalmente adulterada por esta suerte. En cambio debe no sólo reprimir, sino prevenir el mal y combatir resueltamente, y para ello es la escuela un instrumento maravilloso, cuando a transformar a las generaciones venideras en enemigas de las teorías sobre las que se basan la sociedad y el estado mismo.

También reformó a siete los años de escolaridad, es decir, cinco para la educación primaria elemental y dos años de educación primaria superior. Esto motivado por las diferentes circunstancias sociales prevalecientes en la época en el país, lo que en muchas ocasiones originaba que la mitad de la población usuaria únicamente cursara algunos primeros años, por lo que las materias eran las mismas que las de la primaria elemental sólo que vistas con mayor amplitud.



Al respecto declaró: “Un niño no educado no puede ser un buen mexicano. La educación de cuatro a cinco años comprende al niño de seis a catorce años. La educación primaria elemental para llegar a su completo desarrollo, necesitará cinco años en vez de cuatro”.

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